LA LEY DE THELEMA
Intentando destruir la moralidad cristiana,
la cabeza de la OTO, Aleister Crowley predicó la Ley de Thelema: “Haz tu voluntad” o “haz lo que quieras”. Influyó mucho en el movimiento hippie y
en el uso de drogas psicodélicas. Crowley fue famoso gracias a los Beatles y a
otras “estrellas” del rock, de Hollywood y a las más importantes librerías
(Págs. 48-50, 130). Su compromiso con los
sacrificios de animales y su pedido de sacrificios humanos, pudieron haber sido
un factor en los asesinatos de la masonería (Págs. 18-22).
Junto al discípulo Gerald Gardner, creó el sistema moderno de Wicca
o “brujería blanca”, que no es la
brujería tradicional, sino la “brujería”
y adoración a las diosas, practicado por las feministas y monjas católicas
modernistas. Las películas y los libros de Harry Potter, que promueven
la concepción del “brujo bueno”, han sido reconocidos por la Federación Pagana
de Inglaterra por inculcar a miles de jóvenes el interés en la brujería.
Las películas de Disney, los show de
televisión y las estrellas famosas de la música pop, también presentan Wicca a
los jóvenes, observa Heimbichner (Págs. 16, 52-54). Las cartas de Tarot de Aleister Crowley no
solo insertan a los jóvenes en la OTO, sino que también son la base de juegos
de computadoras dramatizados, que cada vez más está introduciendo temas
oscuros, sangrientos y los demonios de OTO (Págs. 24-27). Dado que él mismo usó de la magia sexual, el
bisexual Crowley predicaba que todas las perversiones deberían ser abiertamente
practicadas, y que “todos los niños
deberían acostumbrarse desde la infancia a ver cualquier tipo de acto sexual”.
Heimbichner comenta que “la industria
del espectáculo de Hollywood tomó en serio su consejo, también lo hicieron las
casas editoras de Nueva York”, mientras que otros miembros de la OTO han
promovido el “amor entre hombre y niño”.
Agrega, además, que el conocido “sexólogo” Alfred Kinsey (fallecido en
1956), cuya influencia en la educación sexual ayudó a erosionar la moralidad
norteamericana, era amigo de Crowley, a quien cita como a su “inspiración más importante”. Kinsey “era un pederasta que usó a cientos de
niños en actos sexuales relacionados con su famosa investigación médica”, y
que fue glorificado en una película de Hollywood de los Estudios Fox en el 2004
(Págs. 16-17, 117).
Heimbichner
resalta aquí dos puntos interesantes. Por un lado su investigación muestra que
las raíces del difundido cáncer de la pedofilia, que incluso ha enlodado a los
clérigos católicos, en realidad no nacen de Crowley o de la OTO, sino que se halla en el Talmud (Pág. 114). Por
otro lado, el disgusto de los medios por la homosexualidad clerical, dada la promoción
personal que hacían de la inmoralidad, ha traicionado su Mentalidad Dual y su
rol en la hipnosis de las masas. El doble pensamiento de los medios en
cualquier contexto “prueba el estado de
trance del pueblo”, es decir, lo que las masas aceptarán como noticia o
explicación oficial. El programa de la transformación de las mentes se va
ajustando en relación a las respuestas (Pág. 112).
Heimbichner da ejemplos
del doble discurso del Talmud y de las leyes judías creadas por los hombres
respecto a las “sanciones rabínicas por
abusos sexuales a menores”, incluso a niñas menores de tres años. No es
sorprendente que la “sodomía en la
sinagoga sea un secreto bien guardado”, expresa Heimbichner. Cita un
reportaje que realizó no hace mucho tiempo el diario israelí Ha’aretz, “que por décadas la sodomización de los
estudiantes (en las escuelas de Talmud de sexo masculino), fue permitida y los
más grandes de los rabinos ultra ortodoxos la encubrían”. Por supuesto,
los medios controlados de occidente no levantaron ninguna protesta clamorosa (Págs. 114-16) (Periódico Ha’aretz, 1 de Febrero de 2000 (Blood on the Altar; Pág.
115). Mientras tanto, nuestras
antiguas ciudades cristianas han sido “transformadas” a fin de que acepten la
perversidad sexual como un derecho humano, y la institucionalización de las
relaciones perversas como “matrimonio”. Sólo
es cuestión de tiempo y una posterior reeducación, antes de que la pedofilia
sea permitida porque, “Crowley consideró
toda separación de homosexuales y pederastas como artificial y absurda” y
rechazó limitarse. Pensaba que la
restricción es un pecado. Heimbichner observa que ahora influyentes
educadores norteamericanos, periodistas y precisamente jueces, ven “al pecado de la restricción del modo que
lo veía Crowley.” (Págs. 117-18).
Ahora, resulta bastante obvio que el mundo
moderno está completamente orientado hacia la juventud. Las leyes aseguran que
la juventud no sea disciplinada. La
educación está “centrada en los niños”. Las
modas, la música, y los entretenimientos están dirigidos hacia el consumidor
joven. Los partidos políticos tienen
secciones de juventudes, la edad para
votar se va reduciendo, y los gobiernos
y las Naciones Unidas buscan la aprobación de la juventud.
Incluso
la Iglesia Católica ha entrado en el juego al predicar a los jóvenes la ley del
Thelema de Crowley: haz tu voluntad. Existen “misas” de niños o jóvenes muy
corrompidas como para recurrir a ellas. Se alienta a la juventud a que discuta
y critique las creencias y las prácticas de la Iglesia. En lugar de enseñarles
a cumplir los mandamientos de Dios y de la Iglesia, se les enseña a descubrir
sus propios valores e idear su propia espiritualidad. Esta complacencia thelémica culmina en las
extravagancias salvajes llamadas las Jornadas Mundiales de la Juventud (en las
que el reclamo principal para los jóvenes e la “diversión”, no mensajes
doctrinales o de valores.
Justo sucede que Aleister Crowley predijo
(Págs. 50-51) que el avance del “Crowleinismo”
en la cultura mediática dominante engendrará el “Siglo de Horus”, la edad del Niño Coronado y Conquistador, que
derrocaría al “Siglo de Osiris”, la
era del Dios agonizante. En otros términos, declara Heimbichner, la Nueva Era
de Crowley es aquella en que “Dios Padre
es reemplazado por Horus, el Niño”, mientras que emerge una cultura joven
rebelde (Como
lo explicaba el Papa León XIII en su condena a la Masonería, Humanum Genus, la
masonería controla las masas, especialmente la juventud, mediante su “evangelio
del placer”).
Crowley además planeó que tanto la rebelión
de la “Izquierda”, como la reacción
de la “Derecha” serían controladas
por la OTO. Entonces, por ejemplo, tenemos a ambas la sociedad y la Iglesia a
nivel diocesano mediante programas para padres de jóvenes supuestamente
homosexuales, lavándoles el cerebro para que acepten el “estilo de vida” pecaminoso de sus hijos (ya se ganó la batalla
para lograr que acepten la cohabitación).
SANGRE SOBRE EL ALTAR.
A principios del siglo veinte, la OTO por
poco logra poner uno de sus miembros satanistas en el trono papal. El
Secretarlo de Estado de la época de León XIII, el Cardenal Mariano Rampolla,
fue elegido para el papado luego de la muerte de León XIII. Sólo gracias al antiguo privilegio del
emperador austrohúngaro, Francisco José, de vetar una elección papal, se logró
la remoción de Rampolla y la elección del Papa San Pío X.
Pero a través de Rampolla, que “influyó sobre hombres claves”, “la OTO tuvo la oportunidad de aconsejar,
plantar sus semillas y finalmente formar una política dentro del Vaticano”
en las décadas subsiguientes. Respecto a esto último, Heimbichner siguió el rastro de la
influencia de Rampolla, hasta llegar al masón Arzobispo Annibale Bugnini, arquitecto
de la destrucción de la Misa Tridentina (Págs. 100-102).
Cabe destacar que, además de incluir a
Rampolla en su lista de miembros en el Manifiesto de 1917, la judaizante OTO
también reconoció, como “iniciados de
los más altos grados”, a los jefes de muchas Órdenes de Caballeros Católicas.
Entre estos se encontraban los
Caballeros de San Juan, de Malta y del Santo Sepulcro (Págs. 91-92).
Esto nos conduce a preguntarnos el motivo
por el cual la OTO celebró la apertura del Concilio Vaticano II.
Obviamente tenían un conocimiento previo de la
judaización, el ocultismo y la thelemización de la Iglesia que ahora tendrían
lugar abiertamente. La demolición
de la Iglesia verdadera y la erección de una contraiglesia falsa y
anticatólica, que apenas notan los gradualmente hipnotizados fieles católicos,
muestra que no era inadecuada la fe que tenía la OTO en el Concilio Vaticano
II. De hecho, en 1970, describe Heimbichner, un retrato pintado por un
alemán luterano que representa un Pablo
VI “repulsivo, malvado”, sosteniendo una daga y destrozando la Basílica de San
Pedro, rodeado de símbolos satánicos e iluministas.
El pontífice fríamente comentó que el retrato
era “un reflejo de la situación de la
Iglesia de hoy” y que “uno necesita
casi una nueva filosofía para alcanzar a comprender el significado de esto en
su contexto”. Esta nueva filosofía es la filosofía de Thelema o de la propia
voluntad, comenta Heimbichner, mientras que el contexto de la destrucción de la
Iglesia es el Aeón de Horus, en el cual la New Age satánica y masónica remplaza
el Cristianismo (Págs. 106-7, 136).
El Aeón final proclamado por Crowley será el
Aeón de Maat, la era del Anticristo o del falso Mesías judío. En ese momento,
expresa Heimbichner. “los líderes masones esperan completar finalmente su
ritual del Tercer Grado, al construir el Templo de Salomón de modo tal que la
sangre volverá a fluir sobre el altar de Jerusalén, revirtiendo y anulando
desafiantemente, en la mente talmúdica y ocultista, la sangre de Cristo”.
Como exclamó Crowley a un rabino judío: “dejemos que el Anticristo se levante,
permitámosle que anuncie a Israel su integridad”. La OTO está preparando el
camino para el esperado sueño judeo masónico de reconstruir el Templo de
Salomón de modo tal que la sangre de los animales sea una vez más presentada en
el altar rabínico. ¿Cuánto falta para
que esto suceda? Bueno, Heimbichner cita a un rabino que dice que la
tradición judía demanda el restablecimiento del Sanedrín judío como “condición necesaria para la reconstrucción
del Templo”.
A continuación cita un reportaje de un
diario israelí del 14 de octubre del 2004, que anunciaba “luego de preparaciones reservadas durante más de un año, el
Sanedrín... reanudará sus operaciones luego de 1.500 años” (Págs. 125-26,
129-30). (Periódico Maaravi, 14 de octubre de 2004. Blood on
the Altar; Pág. 130).
Craig Heimbichner concluye su libro
aconsejándonos sacrificar nuestro tiempo y nuestras energías en búsqueda de la
verdad, Debemos rechazar la Mente Dual, deshacernos del trance thelemico y
revertir el proceso alquímico-hipnótico de manera tal que no seamos
sacrificados en el altar de la OTO, por nuestra perdición (Pág. 135). Por supuesto,
como católicos, el modo de evitar tener una Mente Dual es aferramos firmemente
a la Tradición, rechazar toda novedad, y lo fantástico.
Cornelia
R. Ferreira, Publicado en el periódico Catholic Family News, agosto de 2005:
Niagara Falls; New York; EE.UU. y Periódico Patria Argentina Nº 220.
No hay comentarios:
Publicar un comentario