TOMO I: ENLACE
TOMO II: ENLACE
TOMO III: ENLACE
TOMO IV: ENLACE
Son sociedades secretas
aquellas que mantienen estatutos, procedimientos o ritos, que solo son
conocidos por sus miembros. Son también sectas secretas aquellas que solicitan
a sus miembros que oculten su pertenencia a las mismas, sea este compromiso
formal (sociedades secretas) o no (sociedades que se autodenominan
“discretas”). Nota: La masonería quiere hoy engañar a los incautos diciéndoles
que son una sociedad discreta. Claro que es una mentira para ocultar su
carácter de SECRETA. Ambas expresiones son condenados por la Iglesia Católica
su cambió de nombre no cambia su naturaleza.
LA MASONERIA ES UNA
SOCIEDAD SECRETA POR QUE:
1.
SE HACE JURAMENTO DE GUARDAR SECRETO ABSOLUTO.
2.
SE GUARDA OBEDIENCIA A JEFES OCULTOS.
3.
POR EL HERMETISMO DE LAS DOCTRINAS QUE ENSEÑAN ASÍ COMO SUS RITOS Y POR LA
CONDUCTA QUE TIENEN SUS DIRIGENTES, QUE NO ES OTRA QUE PERMANECER EN LAS
SOMBRAS Y DESDE ALLÍ MAQUINAR LA DESTRUCCIÓN DE LA CIVILIZACIÓN CRISTIANA.
¡¡¡CUIDADO!!!
Los
miembros de la masonería, incluso los grado 33, se muestran públicamente. Eso
es porque los que verdaderamente detentan el poder permanecen en la oscuridad
del anonimato. Ya lo dije muchas veces, dentro de la masonería existe otra
masonería. Es un grupo elite, en el que pocos entran, y donde se sirve
abiertamente a LUCIFER.
“El último y principal
de los intentos masónicos: la destrucción radical de todo el orden religioso y
civil establecido por el cristianismo”. (León XIII, “Humanum Genus”, 1884)
Leyendo la Encíclica de León XIII “Humanum Genus”
sobre la Masonería (abril de 1884) y las obras más serenas y objetivas escritas
sobre la materia (obras resumidas en el artículo Francmasonería del Diccionario
Teológico Católico), se ve cuál es el fin secreto y auténtico de la misma. Desde
que la malicia del demonio dividió el mundo en dos campos: dice, en resumen,
León XIII, la verdad tiene sus defensores, pero también sus implacables
adversarios. Son las dos ciudades opuestas de que habla San Agustín: la de
Dios, representada por la Iglesia de Cristo con su doctrina de eterna
salvación, y la de Satanás, con su perpetua rebelión contra la enseñanza
revelada. La lucha entre ambos ejércitos es perenne, y desde el fin del siglo
XVII, fecha del nacimiento de la mentada asociación, que ha reunido fundido en
una todas las sociedades secretas, las sectas masónicas han organizado una
guerra de exterminio contra Dios y su Iglesia. Su
finalidad es descristianizar la vida individual, familiar, social,
internacional, y para ello todos sus miembros se consideran hermanos en toda la
faz de la tierra; constituyen otra iglesia, una asociación internacional y
secreta.
“El género humano, después de apartarse miserablemente
de Dios, creador y dador de los bienes celestiales, por envidia del demonio,
quedó dividido en dos campos contrarios, de los cuales el uno combate sin
descanso por la verdad y la virtud, y el otro lucha por todo cuanto es
contrario a la virtud y a la verdad. El primer
campo es el reino de Dios en la tierra, es decir, la Iglesia verdadera de
Jesucristo. Los que quieren adherirse a ésta de corazón como conviene
para su salvación, necesitan entregarse al servicio de Dios y de su unigénito
Hijo con todo su entendimiento y toda su voluntad. El
otro campo es el reino de Satanás. Bajo su jurisdicción y poder se encuentran
todos lo que, siguiendo los funestos ejemplos de su caudillo y de nuestros
primeros padres, se niegan a obedecer a la ley divina y eterna y emprenden
multitud de obras prescindiendo de Dios o combatiendo contra Dios. Con
aguda visión ha descrito Agustín estos dos reinos como dos ciudades de
contrarias leyes y deseos, y con sutil brevedad ha compendiado la causa
eficiente de una y otra en estas palabras: “Dos
amores edificaron dos ciudades: el amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios
edificó la ciudad terrena; el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo, la
ciudad celestial”. Durante todos los siglos han estado luchando entre sí
con diversas armas y múltiples tácticas, aunque no siempre con el mismo ímpetu
y ardor”. (Humanum Genus, 1884).
León XIII, hacia el fin de su Encíclica, revela el modo como estas sectas clandestinas se insinúan en el corazón de los príncipes, ganándose su confianza con el falso pretexto de proteger su autoridad contra el despotismo de la Iglesia; en realidad, con el fin de enterarse de todo, como lo prueba la experiencia; ya que después ––añade el Papa–– estos hombres astutos lisonjean a las masas haciendo brillar ante sus ojos una prosperidad de que, según dicen, los Príncipes y la Iglesia son los únicos pero irreductibles enemigos. En resumen: precipitan las naciones en el abismo de todos los males, en las agitaciones de la revolución y en la ruina universal, de que no sacan provecho más que los más astutos.
En su exposición de la
Kabala, M.
Franck nos da a conocer las figuras bajo
las que se ha tratado de representar a los Sephiroth.
“Existen—nos dice—tres principales de las
que, dos, por lo menos, son consagradas por el Zohar. Una nos muestra a los Sephiroth bajo la forma de diez círculos concéntricos, o, más exactamente, de
nueve círculos trazados alrededor de un punto que es su centro común. La otra
interpretación nos los muestra en la forma del cuerpo humano. La corona, es la
cabeza; la sabiduría, el cerebro; la inteligencia, el corazón; el tronco y el
pecho, o sea, la línea del centro, es el símbolo de la belleza; los brazos, representan
la gracia y la justicia; las partes inferiores del cuerpo expresan los
atributos que faltan”.
“Es en estas relaciones arbitrarias llevadas
a su máxima exageración por los Tikounim (suplementos del Zohar) donde se fundan, en
gran parte, la Kabala práctica, y la pretensión de curar, por los diferentes
nombres de Dios, las enfermedades que puedan aquejar las diversas partes del
cuerpo”. (Franck: La Kabbale; p. 151).
El mismo autor dice: “Si en el judaismo se
hallan rastros de la más sombría superstición, hay que buscar, sobretodo, la causa del
terror que inspira por su demonolatría.
Efectivamente, es tal el poder que se supone a los espíritus maléficos que el hombre,
en cada instante de su existencia, puede creerse rodeado de estos enemigos invisibles,
no menos empeñados en la pérdida de su cuerpo que en la de su alma. Apenas
ha nacido, cuando ya le esperan junto a
la cuna, para disputárselo a Dios y a la ternura de su madre; casi no ha abierto
los ojos a este mundo, cuando ya le asaltan mil peligros y mil visiones impuras
se apoderan de su pensamiento. ¡Desdichado de él si no resiste! Antes de que la vida haya abandonado su
cuerpo, los malos espíritus vendrán a apoderarse de su presa”.
En efecto, aún en nuestros días nos
encontramos frecuentemente con una verdadera multitud de libros populares,
llenos de supersticiones, de conjuros, de secretos ocultos, de remedios
mágicos, de oraciones blasfemas y diseños Kabalísticos.
(1)
Les Secrets de Petit Albert, —du Grand Albert, — d´Agrippa, —du Grand Etteila,
—du Dragon rouge; —du Grimoire du pape Honorius, —de la Magie rouge, etc.
Aunque parezca ridículo mencionar estos
libros, arrancados de manos de personas supersticiosas pertenecientes a la más
baja extracción popular, no resulta ocioso hacer notar que en tales libros se
halla buena copia de figuras
Kabalísticas, que recuerdan ciertas insignias
masónicas y que expresan la doctrina de
la Kabala judía, como son los triángulos entrelazados, la Estrella flamígera,
la letra tau simple, doble, triple y cuádruple, cuyo inmundo significado ya
explicamos...
Hemos hallado, además, evocaciones de los
espíritus, y exclamaciones citadas por Léo
Taxil “Les Frères, II p. 284”. “Ritual
de las evocaciones”, volumen segundo del “Manual Kabalístico”, del Hermano
Constant, grado 30, (página 230). Los
textos de estas evocaciones contienen, principalmente,
el nombre de Dios bajo diversas formas, como
por ejemplo: El
ati (Dios viene) Eyé por Eheyé (yo soy): Je-Je-Je —ho-ho-ho —vah-vah- vah (tres veces el
nombre de Jehováh silabeado); Khavajoth, Khavajoht, Khavajoht (Evas,
Evas, Evas),
etcétera...
Este informe confirma la idea, común a casi
todos los autores, que se h an ocupado de la magia diabólica, de que todas las
ramas y prácticas de la hechicería tienen| su origen en la Kabala
judía.
La adoración a la Estrella flamígera, al
Baphomet, y las “fórmulas
escritas en caracteres jeroglíficos” para
la evocación de los demonios, de las cuales hay que guardarse “de abusar” “Rituel
Sacré; p. 46.” son indicaciones evidentes de que la Masonería, en
algunos de sus grados, se entrega abiertamente en las logias a la magia
diabólica.
FILOSOFÍA
DE LA MASONERÍA.
Veamos
lo que son los masones, que tomamos como el prototipo de todos los sectarios, por
ser ellos los que han organizado y dirigen el movimiento anticlerical con que
agitan hoy al mundo.
El
masón es, en primer lugar, un hombre que blasonando de libre, se liga con
juramentos terribles a una asociación cuyos fines desconoce en el momento de
entrar en ella, y a la que ha de prestar ciega obediencia, cualesquiera que
sean sus mandatos.
Es
un hombre, además, que alardeando de ser despreocupado y enemigo de toda superstición,
se entrega a las más ridículas y depresivas ceremonias, incluso la de ponerse
en cuatro pies en plena sesión de logia, como sucede con los afiliados al grado
22 del rito escocés de la secta masónica.
Es también un hombre que diciendo profesar
los principios del libre examen, está obligado, por los juramentos que a ciegas
hace, a no profundizar los misterios de la secta, hasta el punto de estarle
severamente prohibido leer los rituales de los grados superiores a aquel que le
ha sido confiado en la logia.
Se le dice que todos los hombres son iguales
y luego se le obliga a acompañar con antorchas, cuando entran o salen del
templo masónico, a los masones de grados superiores al suyo, y se le veda sentarse
en el sitio reservado a esos masones y a callar inmediatamente que el venerable
de su logia o el vigilante de quien dependen da Un golpe con el mazo o mollete
sobre la piedra triangular que dichos dignatarios de logia tienen en la
mesilla, también triangular, ante la que se hallan sentados.
Se dice partidario de la publicidad y acude a
sitios escondidos, y es tal el secreto que tiene que guardar en todo lo que se
refiere a los asuntos masónicos, que al final de cada sesión se le hace jurar
por el venerable de la logia, no revelar a nadie lo que se ha tratado en ella.
Consta en los estatutos de la secta, para
uso de los que no están verdaderamente iniciados en sus rituales secretos, que
la masonería no se ocupa en asuntos religiosos ni políticos y sí únicamente en
obras benéficas, y no hay movimiento antirreligioso y revolucionario que no
haya sido organizado por las logias (Nota
de Nicky Pío, es necesario aclarar que esta abominable secta es creación pura
de la Sinagoga de Satanás, de la misma forma, que creó el marxismo como consta en abundante literatura Católica y
Judía, los mismos masones de alto grado saben que sólo son instrumento de un poder mayor. Sólo sabiendo quienes
son sus amos se puede entender a la masonería y al mismo marxismo, así como a
todas sus revoluciones. Si la providencia lo permite, voy a clarificar el tema
en futuras publicaciones, pues el temor de recibir represalias hace que los que
saben callen la verdad. Y sólo la verdad los hará libres… Todo sea A.M.D.G).
Ellas mismas se jactan de haber movido la pluma de los enciclopedistas
del siglo XVIII, a ellas pertenecieron Voltaire, Rousseau, Diderot y
D’Alembert, cuyos abominables trabajos para arrancar la fe de los individuos y
de los pueblos, aún sirven de pauta a todos los enemigos de la Iglesia de Dios
en estos tiempos; consideran, y no mienten, como obra suya la proclamación de
los llamados derechos del hombre el año 1789, los horrores del terror en 1793,
y hasta presentan como título de gloria el asesinato del rey Luis XVI de
Francia, al que los masones de la Convención francesa contribuyeron con sus
votos, obligando a que también votara el infame regicidio el duque de Orleans,
primo de aquel infortunado monarca, y conocido en las logias con el mote
masónico o nombre simbólico de Igualdad.
Dice
el masón que se ocupa en obras de beneficencia, pero es lo cierto que por los
trabajos de la masonería, se decretó aquel infame latrocinio conocido con el
nombre de desamortización eclesiástica, que redujo a la más espantosa miseria a
millones de desgraciados que en todo el mundo recibían el socorro de la
Iglesia, por medio de obras pías, con cuyos fondos se enriquecieron los masones
que antes no tenían, como se dice vulgarmente, sobre qué caerse muertos.
Hoy mismo tenemos una prueba de la
filantropía masónica en las leyes de persecución y de despojo contra las
congregaciones religiosas, presentadas por la Cámara de diputados de Francia y pendientes
de aprobación en el Senado de la susodicha nación.
De aprobarse esas leyes, se triplicaría
cuando menos el presupuesto de la llamada Asistencia pública, o sea la
beneficencia oficial, sopeña de dejar morirse de hambre a cientos de millares
de pobres, que será lo más probable; pero en cambio los quinientos millones de
francos en que han sido valuados los bienes de dichas congregaciones, vendrán a
aumentar el peculio de los compadres de las logias, que por poco más de un pedazo
de pan, como decirse suele, adquirirán productivas fincas que les permitirán
vivir en la holganza, que tan sin fundamento echan en cara a los religiosos, a costa
de los sudores de éstos, que a fuerza de trabajos y de constancia habían
logrado reunir ese patrimonio, no para ellos, sino para socorrer las necesidades
de los desvalidos e indigentes. Con
lo cual se cometerá un doble fraude; aquel de que serán víctimas los pobres,
cuyo patrimonio servirá para satisfacer las codicias de los masones listos, y
el que se cometerá comprando por uno lo que vale diez, como sucedió en España
con las desamortizaciones eclesiásticas, gravando además los intereses de los
contribuyentes, a los que se exigirán mayores tributos para satisfacer los
mayores gastos de la beneficencia oficial, qué hasta aquí se han venido
sufragando con esos bienes de las congregaciones religiosas que han excitado la
codicia de las logias.
“APOSTOLADO DE LA
PRENSA”