sábado, 8 de febrero de 2025

EL SATANISMO EN LAS LOGIAS MASÓNICAS – Apostolado de la Prensa 1898.





   Para demostrar que así es, no hay necesidad de recurrir a las revelaciones de los masones convertidos, que si en muchos, por la misericordia de Dios, son sinceras, en otros pueden infundir sospechas, por creerlas hijas, o del deseo de especular con narraciones estupendas que den más valor a su interesada conversión, o del propósito de burlarse de los católicos, con evidente cinismo.

 

   No; no hay necesidad de esos testimonios para que quede patente y manifiesto que el satanismo es el culto secreto de la masonería en algunos de sus altos grados, o mejor dicho, en algunas de sus misteriosas reuniones, a que sólo asisten los verdaderamente iniciados en los fines abominables de la secta condenada. Otros testimonios hay de cuya veracidad no puede sospecharse por hallarse estampados en documentos no destinados a la publicidad entre los profanos, ni aun entre la turba multa de masones que sólo conocen de la secta lo que ésta quiere mostrarles, y a esos testimonios vamos a acudir para que el punto objeto de las presentes líneas quede dilucidado por completo y en términos que no permitan abrigar la menor sombra de duda.

 

   Comenzaremos por el testimonio de uno de los jefes de la masonería, de más indiscutible autoridad en la secta, por Alberto Pike, el soberano gran comendador que fué del supremo consejo de Charleston, de quien han recibido los poderes que ostentan, casi todos los orientes europeos, entre ellos el que en España presidió algún tiempo el actual presidente del Consejo de ministros, D. Práxedes Mateo Sagasta. Leamos la definición del gran arquitecto del Universo, que es el nombre con que en las logias se designa a la divinidad que los masones adoran.

 

   «El gran arquitecto del Universo —decía Alberto Pike en el periódico masónico titulado La Chaine d'Union, correspondiente al día 20 de Marzo de 1876— debe ser considerado, no como un principio más o menos vago, sino como una personalidad viviente.»

 

   Por aquí vemos que la masonería adora a un ser viviente; pero vemos también que ese ser no es el Dios de cielos y tierra que adoramos los católicos, porque si así fuera, es de entender que lo habría declarado Alberto Pike de una manera terminante. ¿Cuál es, pues, el ser á quien adora la masonería?

 

   Sigamos copiando, y pronto saldremos de dudas:

 

   «El genio del porvenir, nuestro dios —dice el masón Serafini, según la Revista de la masonería italiana correspondiente a los años 1879-80, pag. 265-lleva en sí el germen de la nueva ley del bien... Saludad al genio renovador, vosotros todos los que sufrís. ¡Levantad vuestras frentes, hermanos míos, porque ya llega a vosotros Satanás el Grande!»

 

   Después de esta horrible revelación, hecha por un masón no arrepentido, en uno de los periódicos oficiales de la infame secta, toda duda respecto de quién es el ser viviente que según Alberto Pike adora la masonería bajo el nombre de gran arquitecto del Universo, se desvanece. Mas para que no se diga que nos agarramos a una declaración individual y aislada, veamos lo que dijo el masón Gustavo Desmons en el Memorándum du Rite écossais anden et accepté del oriente de Francia, correspondiente al año 1884, núm. 85, pág. 48:

 

   «Los dos campos están perfectamente deslindados: el campo de Dios y el campo de Satanás.»

 

   ¿Lo quieren nuestros lectores más claro todavía?

 

   Pues lean lo que Adriano Lemmi, el sucesor de Alberto Pike en la dirección de la masonería luciferiana, dijo en el banquete masónico solsticial que se verificó en Ñapóles en Diciembre de 1892, tal y como por aquel entonces lo refirieron los periódicos adictos a la masonería:

 

   «Bebamos – blasfemó – en honor del genio que ha inspirado a nuestro hermano Carducci un himno inmortal..., el genio invencible, que es alma de la revolución.»

 

  Digamos, por si alguno de nuestros lectores lo ignora, que el himno inmortal á que se refería el masón Adriano Lemmi, es un himno a Satanás compuesto por el infame Carducci.

 

MÁS TESTIMONIOS.

 

   La misma Revista de la masonería italiana, más arriba citada, en su volumen correspondiente al año 1891, pág. 243, escribía á propósito del himno satánico-carducciano:

 

   «El período de las lágrimas ha llegado para el Vaticano. Las puertas del infierno han prevalecido. Satanás ha vencido y con él la rebelión, la fuerza vengadora de la razón, y ha vencido per omnia saecula saeculorum»

 

   Después de pruebas tan concluyentes, sólo queda esta duda por resolver: ¿Tiene la masonería organizada un culto a Satanás con templos apropiados y ceremonias particulares?

 

   A esta pregunta hemos de responder que la existencia en la masonería del “rito paládico” es incuestionable; de ella dan testimonio rituales impresos, en los que figuran como ceremonial de la admisión de la mujer a los altos grados de la masonería femenina los ósculos indecentes al macho cabrío, representación de Satanás en todas las escenas de brujería.

 

  Pero hay más: un colaborador de la excelente Revista antimasónica de Roma, de quien hemos tomado algunos datos para darlos a conocer en esta sección, en testimonio de la verdad de nuestras afirmaciones, denunció no hace mucho tiempo la existencia de un templo dedicado a Satanás en el palacio Borghese de Roma, donde tienen su domicilio los centros directivos de la masonería italiana.

 

   El masón Ulises Bacci, uno de los dignatarios del oriente de Roma, quiso desmentir la noticia en la prensa; pero el colaborador de la Revista antimasónica mantuvo sus afirmaciones.

 

   Para atemorizarle se le hizo saber que el gran consejo de la masonería italiana iba a presentar ante los tribunales de justicia una querella por difamación. Y efectivamente, el gran consejo citado deliberó sobre el asunto y acordó...que no era oportuno presentar la querella. Excusamos decir que el valiente colaborador de la Revista antimasónica sigue sosteniendo sus afirmaciones y retando a los masones a que le desmientan.

 

   Y los masones, ni que decir tiene, siguen rehuyendo la cuestión bajo pretexto de que no es oportuno promover querellas sobre el asunto, sin duda por aquello de que peor es meneallo (embrollarse).

 


 

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