martes, 3 de agosto de 2021

Táctica masónica (CÓMO JUEGA LA SECTA SUS DOS GRANDES ALAS NEGRA Y ROJA) – Por F. Ferrari Billoch. Año 1939. (IIa Parte)


 



   COMENTARIO NUESTRO: Estas dos últimas publicaciones nos muestran como el marxismo, actúa con un manual en la mano y quienes en última instancia, los financian y hasta los dirigen. Sus estrategias ya fueron escritas y puestas en práctica. Tienen mucha experiencia haciendo el mal (odio y terror para implantar el miedo). Y hoy en 2021 siguen el mismo libreto. Sin importar el país que quieran destruir. Y siempre, el objetivo es el mismo, la Iglesia Católica, la sociedad cristiana, porque es el único obstáculo,  y por qué NO SÓLO ES UNA BATALLA TERRENA, SINO QUE TAMBIÉN SE LIBRA EN EL PLANO ESPIRITUAL. No dejen de leer las publicaciones que hicimos sobre las “Dos banderas” es sumamente importante que lo lean y lo asimilen. Vamos al libro. 

 

   Bela Kum, el fatídico agente soviético, desencadena el terror en Hungría. — Ciento treinta y tres días de crímenes y de sádicas torturas. — Cómo se llegó a la dictadura de los Comisarios del pueblo. —La Masonería, a través de la socialdemocracia, da paso a la ola roja. —La brutal ferocidad de los asesinos comunistas. — Estadística de pesadilla.

 

   Por los periódicos anda estos días, con gran revuelo, la noticia de que Bela Kum se halla en España. Por lo visto ha desembarcado en Cádiz, como agente del Komintern, con un millón de pesetas, dispuesto a repetir la locura roja de Hungría. Un enviado de «Le Matin» afirma haberse entrevistado con él en cierto lugar de Barcelona.

   Auténtica o no la noticia — todos sabemos que el agitador soviético ha estado en la U. R. S. S. algún tiempo meditando sobre sus errores técnicos y perfeccionándose en los métodos de los grandes jefes de la revolución mundial —, Bela Kum (1) puede servirnos como aglutinante en esa borrosa frontera que separa el comunismo de la Masonería. Desde luego, la línea divisoria no existe. Existe, sí, una zona de penumbra que todos «ellos», claro, se esfuerzan en llenar lo más posible de bruma para escamotear el contacto, el puente que enlaza la MASONERIA NEGRA con la ROJA.

   Claro que este contacto existe. ¡Naturalmente! Ya demostré, con documentos oficiales (2), cómo funcionan las logias bajo el signo de Carlos Marx, con fuerzas de CHOQUE; cómo marxistas y judíos nutren los cuadros de las organizaciones masónicas; cómo... Pero dejemos esto para el momento oportuno.

   Volvamos a Bela Kum, que es quien ahora nos interesa, y veámosle de jefe del Gobierno rojo húngaro. Con detalles de su actuación, con toda su monstruosa ferocidad de émulo de los paranoicos de la Revolución francesa.

 

   (1) Desgraciadamente, acordada por el Komintern la provocación de la revolución comunista española, Bela Kum, cuyo verdadero nombre es Aron Cohn, ha podido andar libremente por la Península con el siniestro plan de preparar el terreno para la instauración de un régimen de terror, tal como implantó en Hungría. No es él quien únicamente prepara la tragedia española. Como colofón al 16 de febrero, Rusia ha mandado cerca de un centenar de agitadores especializados, que hallan ya un camino trillado. ¿Qué saldrá de esas andanzas de Bela Kum, Ovsenko, Borodin, Neumman?... Esos especialistas andan de un sitio a otro, poniendo su planta en los más apartados rincones del mundo para provocar terribles catástrofes revolucionarias. ¡Dios salve a España!

   (2) Véase «La Masonería al desnudo».

 

 

¡Siempre la funesta social-democracia! — Paso a la ola roja.

 

¿Cómo subió al Poder Bela Kum?

   Recordemos al conde Karolyi. Sobre él la Historia hace recaer la culpa «del régimen de horror y espanto» a que estuvo sujeto el pueblo húngaro durante la dictadura del Consejo de Comisarios del Pueblo. El trató de disculparse más tarde diciendo:

   «Nosotros hemos dimitido a causa de la mutilación de Hungría. Pensábamos que después de nuestra dimisión vendría al Poder un Gobierno puramente socialdemócrata. No creíamos saliese el bolchevismo de nuestra dimisión, pues confiábamos en los miembros socialistas que formaban en nuestro Gobierno».

   Pero el pueblo húngaro no le perdonará jamás su cobarde política de concesiones y capitulaciones, que trajo, como de la mano, la dictadura de un puñado de siniestros judíos. Pesa sobre él, como sobre Kerenski, el desprecio del mundo y la maldición de decenas de millares de víctimas inocentes, sacrificadas por los tribunales de verdugos organizados por Tíber Szamuely y Bela Kum, quienes, con eufemismo, diéronles el nombre de «Tribunales de Justicia popular», insulto inaudito al honrado y laborioso pueblo húngaro, en cuyo nombre se cometían tantas atrocidades por las «Tschekas».

 

Fisonomía de Bela Kum.

 

   Así se describe, en la famosa obra «Quand Israel est Roí», a Bela Kum:

   «Cabeza redonda, completamente al rape; grandes orejas puntiagudas, ojos reventones, nariz de loro, labios enormes, boca de espuerta, nada de barba y una traza de zorro; tal aparece Bela Kum en lo físico. En lo moral, un empleadillo judío, desenvuelto, astuto y solapado, como existen a millares en Budapest».

   Después de describir su vida y de relatar algunos de los episodios que precedieron a la toma del Poder en Hungría por el Gobierno de Comisarios, dicho libro nos traslada al momento en que el émulo de Kerenski en Hungría, el magnate Miguel Karolyi, prepara, con sus compañeros de Gabinete, los socialdemócratas Bolm y Garami, el terreno y la conquista del Poder estatal por los judíos Bela Kum, Tibor Szamuely, Laszlo, Korvin-Klein, Kuti, etc…, que para disimular el carácter semítico del movimiento comunista y hacer más soportable al pueblo húngaro su dominación, colocaron en la presidencia del Consejo Ejecutivo de Comisarios del Pueblo a un cristiano denominado «Alejandro Garbai». Es significativo que de 26 comisarios del pueblo, 18 eran judíos. Cifra inaudita si se piensa en la pequeñez de la población judía en Hungría (un millón de judíos entre 22 millones de habitantes).

 

La obra trágica del consorcio judíomasónico. — Los horrores de los ciento treinta y tres días rojos de Bela Kum. —El tren de la muerte.—Fatídica estadística.

 

   Está ya fuera de duda que el movimiento bolchevique de Hungría fué obra del siniestro Consorcio judíomasónico.

   Así lo atestigua, además, uno de los documentos oficiales húngaros.

   «El 22 de marzo de 1919 se estableció la República húngara de los Consejos. Sus jefes eran masones; por ejemplo, el ministro de Instrucción Pública, «hermano» Kunzi; el «hermano» Iazzi, ministro nacional de los Consejos; el «hermano» Agostón Peter; el «hermano» Zukazs, hijo de un millonario judío de Budapest; el «hermano» Diener, y, sobre todo, el «hermano» Bela Kum, que gozó de la protección oficial del Gobierno austríaco».

   Esta fué la realidad; en algunas semanas, Bela Kum y sus secuaces destruyeron el viejo orden secular y se les vió elevar sobre las riberas del Danubio una nueva Jerusalén, salida del cerebro de Carlos Marx y edificada por manos judías J. Thavaud.

   Creo imprescindible proyectar aquí la cinta cinematográfica — sólo unos detalles, unas imágenes... —de las más repugnantes monstruosidades perpetradas en la mártir Hungría durante los ciento treinta y tres días de terror rojo. ¡Quiera Dios que tales horrores no sean la antesala de cuanto pueda suceder en España!

   Bela Kum había previsto que tendría dificultades y que todo no saldría tan fácilmente como se pregonaba en las logias masónicas húngaras. Fué cuando decidió mantener su régimen por el terror (*) Es su sistema. Según comprobantes oficiales, se llegó a precisar el apellido de 570 de sus víctimas. En julio de 1922 ese monstruo hizo ejecutar en Crimea una matanza de 60 a 70.000 personas. Del hospital municipal de Alupka fueron sacados en camillas 272 enfermos y se los fusiló en la misma puerta del hospital. (Informe oficial dirigido a la Cruz Roja de Ginebra).

 

   Encomendó a uno de sus hombres de confianza, a Joseph Cserni, la organización de un pequeño ejército —seiscientos soldados—, a los que encomendó aterrorizar la capital. Este cuerpo estaba formado por presidiarios y la hez de la soldadesca. Se llamaban «hijos de Lenin» y eran crueles y sanguinarios.

   Armados hasta los dientes, con las espaldas guardadas por la impunidad, llegaron a éstas ahitos de «sangre burguesa». Nada ni nadie ponía freno a sus instintos salvajes. Robaban, saqueaban —en sus correrías dedican preferencia a los barrios elegantes—, y en los subterráneos que les servían de guarida llegaron a emplazar treinta ametralladoras y algunos vagones de municiones. Allí, los «burgueses que cazaban» eran sometidos a torturas de un refinamiento sádico. Todos, claro, eran «sospechosos» de manejos contrarrevolucionarios; de ser «agentes provocadores...»

   El «Cuerpo de Detectives del Comisariado del Interior» —otra creación del malvado Cserni— se instaló en el palacio del Parlamento. El jefe era un enano jorobado, Otto Korvin, y su bestialidad, como hombre «enérgico», llegó a lo inaudito. Se complacía, sádicamente, en torturar a sus víctimas para «arrancarles declaraciones»: se les golpeaba los talones con palos recubiertos de caucho, azotaba el vientre desnudo con correas, rompían costillas y brazos, metían clavos entre las uñas.

   No había suplicio que no se aplicase: mientras a unos se les hacía tragar tres litros de agua, a otros les introducían una regla en la garganta... Entraban a mansalva en los domicilios de las personas distinguidas y las arrancaban de sus lechos. Tenían siempre en rehenes a doscientas personalidades. Uno de los procedimientos favoritos de aquellos canallas era reventar los ojos a sus víctimas.

   Junto a todo este vandalismo, la «legalidad» de los Tribunales revolucionarios, en los que el doctor László dictaba las sentencias que se le antojaba, todas, claro, de acuerdo con sus bajos instintos. Al general Oscar Ferry, antiguo inspector de Gendarmería —el odio de los bolcheviques húngaros se concentraba contra este disciplinado Cuerpo, como nuestros marxistas aborrecen a la Guardia civil — y a dos antiguos tenientes coroneles de la misma Gendarmería los torturaron durante dos días y, por último, los colgaron en los tubos de conducción de agua en la bodega del cuartel de los terroristas. Luego, los lanzaron al Danubio.

   Al antiguo presidente de la Cámara de los Diputados, M. de Návay, que era conducido detenido a Budapest, le hicieron descender en Felegyhaza. Le obligaron a cavar una fosa y después le atravesaron el cuerpo a bayonetazos.

   Fué así cómodo a los asesinos enterrar a su víctima. Entretanto, corría a través de la campiña húngara el «tren de la muerte», en el que los «hijos de Lenin» cometieron los más horrendos crímenes. El tren, breve —una locomotora, dos coches «pulmann», un coche-restorán y dos coches-camas—, se detenía en las poblaciones rurales, y allí los Comités locales conducían a los «blancos» a los coches. El jefe del «tren de la muerte» los juzgaba después de un simulacro de interrogatorio y decretaba en seguida la sentencia. Los infortunados eran muertos a bayonetazos y arrojados por las ventanillas del tren, que marchaba entre una orgía de sangre y de champaña, a gran velocidad, cruzando los campos desiertos por el terror. En algunas estaciones Szamuely descendía del tren y, rodeado de comunistas —decían que aquello era un tribunal—, ordenaba ahorcar a numerosos desdichados. Por este procedimiento, Szamuely ejecutó 61 hombres en Dunapataj, 30 en Szolneock, 20 en Kalvesa y, así sucesivamente, en una veintena de ciudades. En cuanto a las atrocidades cometidas por los secuaces del malvado Cserni se ha comprobado que el terrorista Luis Koyacs ejecutó por sí solo 17 «blancos»; Arpad Kerkes mató a 18 y Carlos Sturez llegó a los 49.

   En cuanto a Bela Kum... ¿Por qué no dejar esa estadística monstruosa? Sería interminable.

   Los ciento treinta y tres días del reinado de ese fatídico Bela Kum son una de las páginas más dolorosas, más sangrientas y trágicas que registra la Historia, no ya húngara, sino de las revoluciones mundiales.

   ¿A dónde pueden conducirnos los manejos de Bela Kum y de otros «especialistas» del Estado Mayor de Stalin, en España?

 

“ENTRE MASONES Y MARXISTAS…”

 

 


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