Desde entonces, los
rastros del gobierno judío desaparecen por completo. En quince siglos había
aprendido definitivamente el arte de ocultarse. Es posible, sin embargo, que haya pasado por Amberes, Hamburgo y
Cracovia, radicándose finalmente en Estados Unidos. (Véase Poncins, “Las
fuerzas secretas de la Revolución”, pág. 221… En junio de 1922, el judío Walter
Rathenau, ministro de hacienda en Alemania bajo el gobierno de Ebert, declaró que:
“solo 300 hombres gobiernan los destinos de Europa”, y añadió que esos 300 judíos,
de origen alemán, “tienen el poder de terminar con cualquiera forma de estado
que les parezca excesiva”. (Bernardo Gentilini. “¿Se acerca el reinado del Anticristo?”,
págs. 78/9.)” Pocos días después Walter
Rathenau murió asesinado.
Se dijo que por nacionalistas alemanes. Pero hay quien piensa que pagó así la
indiscreción con que levantó el velo de un secreto mantenido durante tantos
siglos.
Si el gobierno judío se ha podido mantener
oculto desde el siglo XV, no ha ocurrido lo mismo con su plan.
En
1786 un rayo mata a un sacerdote apóstata y sobre su cadáver se descubren
documentos que dan la pista al gobierno bávaro para ordenar dos oportunos
allanamientos. Se encuentra así el plan de dominio mundial del Iluminismo, que
hoy se exhibe en los archivos de Múnich. El fundador e inspirador de la secta
es un judío: Weishaupt.
En
1845, la documentación secreta de la Alta Venta cae
en manos de la policía romana, que la deposita en los archivos del Vaticano. Se
trata de otro plan de dominio mundial. Gran parte de los miembros de la Alta
Venta son también judíos.
En
1881, Sir John Readlif da a conocer el discurso de un gran rabino pronunciado a
mediados del siglo XIX, ante la tumba de Simeón Ben Jhuda. Lo publica “La
Contemporain” de París, en su edición del l2 de julio. Otro plan de dominio
mundial.
En
diciembre de 1901, el profesor Sergio Nilus publica las “Actas secretas del
Congreso Sionista Universal reunido en Basilea el año 1897”, documento más conocido
por “Protocolos de los Sabios de Sión”. Es
el más admirable y completo plan judío, coincidente en sus líneas generales con
los anteriores. Los judíos hacen
desaparecer al principio todas las ediciones y en poco tiempo se convierte en una rareza bibliográfica. “Una circular del Comité Sionista de 1901
–– dice Roger Lambélín –– atestigua que el Doctor Herlz se quejó amargamente en
esta época de los descuidos que habían permitido a los no iniciados arrancar
algunos secretos de los Congresos”. (Roger Lambelin, “El peligro judío en la
civilización contemporánea”, pág. 79.)
Naturalmente los judíos, a pesar de haber
proclamado durante veinte siglos, en el Talmud inclusive, su aspiración al
dominio mundial, niegan la autenticidad de todos estos planes. Según ellos, no
son otra cosa que “canallescas falsificaciones antisemitas”.
En 1933 llegaron a iniciar, a propósito de
los “Protocolos de los Sabios de Sión”,
un monumental proceso, difundido a los cuatro vientos, con el propósito de
probar su falsedad. Pero en definitiva no lograron probar nada y los editores,
acusados por “literatura inmoral” y
condenados en primera instancia, fueron absueltos por la Corte de Apelaciones de
Berna. (La argumentación contra la
autenticidad de los “Protocolos de los Sabios de Sión” ha sido sintetizada por
el P. Pierre Charles en un artículo publicado en la “Nouvelle Revue
Theologique” (Bélgica, 1935), que ha sido traducido, editado y profusamente
difundido en Buenos Aires, en 1945, junto con una conferencia pro-semita del
mismo autor, bajo el título de “El Evangelio del Amor”.
El P.
Charles sostiene que los “Protocolos” son falsos, porque son, a la vez, una
estupidez y un plagio. Pero no olvidemos que cuando hay el propósito de encontrar
estupidez en algo se la encuentra siempre. Taine creyó encontrarla en la Suma
Teológica. Muchas aparentes estupideces de los “Protocolos” adquieren valor, no
por su simpleza o carencia de originalidad, sino porque están destinadas a ser
puestas en ejecución por un supergobierno. Y aunque hubiera algunas cuestiones
de detalle, no alcanzaría a desvirtuar la indudablemente extraordinaria visión
de conjunto que han tenido sus autores, ni menos a probar la falsedad de todo
el plan. En cuanto al consabido plagio del “Diálogo en los infiernos” de Joly,
el perito Fleischauer, en el proceso de Berna, probó que dicha obra pudo servir
de base a los autores judíos de los “Protocolos” y no, como se supone, a los
falsificadores. Nada prueba, tampoco, que lo esencial del plan no haya sido
anterior al libro de Joly y que este, habiendo tenido, vaya a saber por qué
medio, conocimiento del mismo, sea el verdadero plagiario.
En resumen, si bien la autenticidad de los
“Protocolos” está en tela de juicio, su falsedad está muy lejos de ser cosa demostrada,
como creen muchos. Por eso no hemos renunciado a incluirlos en esta enumeración
de planes judíos de dominio mundial, en la cual, por otra parte, no están
solos.
Y vaya esta nota como justificación de su inclusión,
ya que, como se verá enseguida, no atribuimos demasiada importancia al problema
de la autenticidad o falsedad de los mismos.)
El plan judío, según
ellos, es falso. Pero por una extraña casualidad, el plan judío se realiza. ¿Qué
nos interesa entonces discutir sobre la autenticidad de uno de esos documentos,
o de todos ellos, si el plan judío no está solo en el papel, sino en los hechos
de la historia y del presente?
“HISTORIA
DEL ANTICRISTO”
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