sábado, 14 de diciembre de 2019

Los enemigos de la Iglesia: La Francmasonería (Parte III - B)





   B) La francmasonería es destructora de la familia. Combate a la familia en su base esencial: el matrimonio.

Apenas la masonería llega al poder, en cualquier país, trata de abolir el matrimonio religioso para establecer el matrimonio civil. Esta es su primera etapa. (Comentario del blog: ¿Dónde están los legisladores católicos, los jueces, los abogados? ¿Los políticos? En fin, los que no faltan a Misa los domingos, los que comulgan y confiesan, ¡Sacrílegos! ¿Quién les enseño a escapar de la ira del Señor? Venden su alma, por nada, pues cambian las leyes de Dios, por nada, sólo les espera el infierno, sino cumplen su obligación de estado y se abandonan de verdad a Dios, Legislador del universo. Como decía el Presbítero Félix Sardá y Salvany, una de las batallas contra la masonería es oponer Congreso (católico) contra Congreso (Masón)


El matrimonio civil conduce al divorcio. La secta mira al matrimonio no como un Sacramento, sino como un contrato que depende de la voluntad del hombre: de ahí esa deplorable ley del divorcio, que causa la perturbación de numerosas familias: es su segunda etapa. Finalmente, despoja a los padres de todo derecho sobre la educación de los hijos, a los que entrega completamente al Estado en sus escuelas sin Dios.

La francmasonería desmoraliza la familia: Aleja a cada uno de sus miembros de los principios de la religión y de la virtud.

“El padre de familia. La masonería ofrece al cabeza de familia mil ocasiones para alejarse de casa y vivir fuera de la influencia que ejercerían sobre él su esposa y sus hijos. Fuera de casa le procura diversiones y placeres, hasta tal punto que la permanencia en el hogar le resultaría insoportable, y lo abandona por el club o por los cafés.”

“La madre de familia.  Para la mujer multiplica también, la masonería, las ocasiones de lucirse, halaga su vanidad, haciéndole esperar la revelación de importantes secretos, y prometiéndole una influencia que la hará grande en la sociedad.”

“Trata, sobre todo, de apartar a la mujer de los Sacramentos y de las Prácticas religiosas que la protegerían contra las debilidades.”

“El niño. Pero lo que la masonería persigue con mayor encarnizamiento en la familia es el niño.”

“¿Quién multiplica las trabas puestas a su educación cristiana? ¿Quién pone en sus manos, a precios irrisorios, o gratuitamente, los libros impíos y los grabados obscenos?”

“¿Quién rodea al niño de mil seducciones antes ignoradas? ¿Quién pisotea el respeto debido al niño, y que los mismos paganos imponen?”

“¿Quién llama y lleva a escuchar inmundas lecciones de impiedad y de moral llamada positivista a la juventud confiada por las familias a los establecimientos de educación pública?”

“La francmasonería”. (Petit Catéchisme).

C) La francmasonería es destructora de la sociedad. ¿Qué necesita toda sociedad para vivir? Dos cosas esenciales: la religión y la autoridad.

No hay sociedad sin moral, y no hay moral sin religión. Es un hecho probado por la experiencia.

La sociedad sin autoridad sería una reunión de salvajes, y algo peor, porque los salvajes reconocen superiores o caudillos.

Pues bien, la francmasonería destruye toda religión y toda moral: niega la existencia de Dios, la inmortalidad del alma, para no admitir más que una moral cívica, independiente, sin legislador y sin sanción.

Destruye también toda autoridad, porque pretende que el poder se halla todo entero en el pueblo libre, que da la autoridad a quien quiere y la retira cuando quiere. Es la revolución permanente. Por otra parte, la declaración de los derechos del hombre confiesa que la insurrección es el más santo de los deberes. La francmasonería es, por consiguiente, destructora de la sociedad.

La última evolución de los errores sociales de la francmasonería es el socialismo y la anarquía. Tal es el abismo adonde conduce a los pueblos.

Es el peligro que señala el Papa León XIII: “La Revolución y la ruina universal son el mismo fin que pretenden los comunistas y los socialistas. La secta de los francmasones no tiene derecho de proclamarse extraña a sus empresas, porque favorece sus designios y está completamente de acuerdo con ellos en cuanto al conjunto de los principios”.

D) La francmasonería, enemiga de Francia. Desde Carlomagno, Francia tuvo por misión providencial defender la Iglesia y al Papa, proteger la fe católica y propagarla con sus misioneros por todo el mundo.

Combatir, debilitar a Francia, era combatir y debilitar a la Iglesia; de ahí el odio de la francmasonería con Francia.

La francmasonería hizo la Revolución del 89 y se gloría de ello por la pluma de sus adeptos. Francia sólo pedía reformas; pero los francmasones hicieron estériles los generosos esfuerzos de Luis XVI. No les convenían las reformas pacíficas; querían el desorden, la anarquía la destrucción violenta del catolicismo.

Hacía tiempo que la masonería venía preparando su obra: había producido el filosofismo: Voltaire, Rousseau, Helvecio, Diderot, d’Alembert, cte., eran francmasones.

Los grandes revolucionarios, Mirabeau, Sieyes, Lafayette, Desmoulins, Dantón, Robespierre, Marat, Petión, Felipe Igualdad, etc., pertenecían a la secta. En 1781 contaba la masonería con doscientas cincuenta y siete logias en Francia, de las cuales cuarenta y una se hallaban en París, donde se atizaba el fuego en que debía arder todo el reino. La masonería iba a aplicar la apostasía nacional: La declaración de los derechos del hombre es un extracto de la jerga de las logias, cuyos errores e hipocresías reproduce.

La mayor parte de los excesos y de los crímenes de la Revolución, como la muerte de Luis XVI, habían sido decretados por las logias. Es a la masonería a quien Francia debe todas sus revoluciones y sus desgracias, de un siglo a esta parte. Los revolucionarios tan profundamente impíos en 1830 eran francmasones, como los de la Commune de 1871.

En 1846, en un Convento masónico celebrado en Londres, Lord Palmerston, jefe supremo de la masonería, hizo aprobar el siguiente proyecto: “Debilitar la Francia Católica hasta hacerla del todo impotente”. El Convento decretó los medios más a propósito para llegar a este fin.

Mediante la guerra de Crimea hecha en favor de Inglaterra, se separó a Francia de Rusia; con la guerra de Italia, se la aisló de Austria. Se creó la unidad italiana para destruir los Estados Pontificios sostenidos por Francia, y se hizo de Italia una nación rival. Se creó la unidad alemana para que la minoría católica fuera aplastada por la mayoría protestante. Entonces Francia, rodeada de vecinos celosos, apartada de sus aliados  naturales, fue aplastada por Alemania. En algunos meses perdió dos provincias, trescientos mil hombres y diez mil millones de francos. El plan de Lord Palmerston se había realizado en parte. El Papa León XIII vino a desbaratarlo algo, mediante la alianza francorrusa, opuesta a la triple alianza, obra de la francmasonería.

En el interior, la francmasonería cubre de ruinas el suelo de Francia: Ruina religiosa, la más grave, la más deplorable de todas; pérdida de la fe y de la vida sobrenatural en millones de almas francesas. Ruina moral, consecuencia de la irreligión creciente, de la acción corruptora de las logias, de su prensa inmunda, de las leyes masónicas, de las escuelas neutras. La criminalidad se desarrolla de una manera inaudita; la niñez, educada sin Dios, provee la mayor parte de este contingente del ejército del vicio que amenaza el desorden público. Ruina moral, consecuencia de la irreligión creciente; de la acción aumento, impuestos abrumadores como no se conocen en ningún otro país, agonía de la agricultura, especulaciones, extorsiones estafas gigantescas.


“LA RELIGIÓN DEMOSTRADA”

Padre. A. Hillaire.

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